lunes, 7 de marzo de 2016

DE REMATE, LOCA

Aisha tiene un puñado de años. Vive en una casa muy estrecha y alta. En su salón habita un ciervo que no parece querer irse. Aisha está un poco cansada de él, es antipático y su cornamenta, que parece un gran árbol está empezando a arañar el techo.

Como por su casa, pasa Pedro el babuino que se viste en las buenas horas con mangas verdes, hechas con musgo de las mejillas de los árboles que apuntan al norte. A veces también se viste de seda, y con cara de babuino se queda, mientras rebusca cosas entre alas de mariposas que fueron a parar desorientadas como los burros del garaje, al salón de Aisha.

Una mañana, Aisha se levanta de su cochambrosa cama que fabricó pegando con saliva, astillas de un tal palo y laureles donde siempre solía quedarse dormida.

Está…no sabe cómo está. Está ni fa ni fu.

Va hacia el salón. Sorprende a dos ardillas haciéndose la pelota, y así, hechas un ovillo se lanzan por la ventana.

Aisha se queda quieta.

“¿Qué pasa aquí?”

»Muchas nueces y poco ruido. Qué extraño.

De repente se da cuenta. El ciervo no está. Se ha marchado.

Aisha debería estar contenta, pero en vez de eso se queda quieta y se olvida de respirar. 
Se desmaya.

Cuando despierta está tumbada sobre su alfombra de oveja negra, nota algo frío en la sien. Es un tornillo.

Se levanta. Descalza, en camisón y como hipnotizada comienza a caminar, sale de casa y se interna en el bosque.

Aisha siempre consigue lo que sigue, pero ahora no está segura de qué está siguiendo.

Empieza a llover. El agua se la hace boca entre los dedos y le besa con la tierra en los pies. Lluvia con gusto no salpica.

Cruza un río en el que dos cocodrilos con cara triste se miran entre sí, sin que ella pueda adivinar si son lágrimas o gotas de lluvia lo que rueda por sus escamas.

Ella no está triste. Tiene buena cara, y de repente, al ten ten, ese “mal tiempo” se para.

Aisha llega a un claro del bosque y allí se encuentra con el ciervo.

Está quieto mirándola. Ella está…está allí sonriendo al animal que ayer mismo le resultaba tan antipático. Pensando que a lo mejor es hora de irse con la música a ninguna parte, dejar de ser tan quistimiquis.

Que de remate, está loca, eso está más claro que el viento, que lo hecho habita en el pecho, que no hay bien que por ciervo no venga, y que quizás la esperanza no es lo último que se pierde, sino lo primero que se encuentra.

Nota:

Hay quien dice que la historia de Aisha es una invención.

Otros dicen que sufría una enfermedad mental y que el ciervo era en realidad uno de los responsables del centro psiquiátrico donde pasó toda su vida.

Algunos aseguran haberla visto cerca de los claros del bosque, con un camisón raído, teñido de verde, mientras caminaba junto a un ciervo sonriendo.

Otros bromean y dicen que “todos somos Aisha”.

Y luego hay un puñado de personas, que tras abandonar todo aquello que no les llenaba, tras caminar por sendas desconocidas, atravesar ríos con cocodrilos y dejar que la lluvia les besara, han ido a parar a un claro de un bosque, siempre a un claro del bosque, donde han sentido un abrazo tranquilizador y la mirada protectora y guía de algo inmenso, algo así como un ciervo con una cornamenta enorme.


Lo más curioso es que este puñado de personas coincide en sus testimonios al afirmar que tras abandonar el claro del bosque, todos, en sus respectivos bolsillos, encontraron un tornillo. 
Light the Cigarette Together