Ya no piso tus pasos en Gran Vía.
Ni te rozo en las escaleras que suben a Sol.
Ya no huelo tu rastro en el Retiro,
sino que me retiro hacia el rastro
a ver si tu aroma
sigue paseando los domingos.
Y digo yo, en qué escenario estás ahora,
el Rialto, el Apolo, dime,
dónde vomitas tu emoción.
Me pareció verte en la Cuesta Moyano,
entre libros y rotondas
pero ya no rondas esas aceras,
y me dejas a la espera
en cualquier estación.
Metro de Nueva York, Clara Quintana Silva