lunes, 26 de diciembre de 2016

LLou y Yu

Se llamaba Joe, que pronunciado suena como Llou o You, que en inglés es tú, que pronunciado es Yu, precisamente como Joe llamaba a Julia.
Joe y Julia. Llou y Yu.

- Joder Yu otra vez aquí metidos.

- Lo sé LLou, pero ahora no pienses, tienes que descansar.

- Esta es la última ¿Lo sabes no? Sé que lo sabes.

- Lo sé.

  Silencio

 >>Mira LLou, voy a marcharme.

- Sí sí Yu claro, nos largaremos. Esta vez vamos a hacerlo bien. Iremos al campo, tendremos una casa. Una casa pequeña. Y un perro, sí, y le llamaremos Lassie y le compraremos un abrigo, sí, seremos de esa gente que le pone un abrigo a su perro y comeremos bien. Tendremos sartenes, y servilletas de tela, y colchas feas de esas de flores.

- Llou no quiero volver ahí fuera. No quiero volver a ese callejón, ni tener que alegrarme porque nos han fiado un par de birras, ni pelearme por un banco, ni escuchar cómo el tipo de al lado no deja de discutir con la tal Betty.

- ¿Sabes que Betty es la mancha de la pared?

- ¿Qué?

- Sí. Bueno es que hace años había un dibujo de la Betty Boop esa, pero ya no se distingue.

  Silencio

- Pues yo no quiero ser Betty.

- ¿Cómo? No claro, tú eres Yu, no eres una mancha.

- No, bueno, pero lo estoy empezando a ser. Me estoy borrando.
  O si no dime ¿Qué somos? Somos un montón de huesos, ropa sucia, un puñado de arena. Somos como un cable roto, un cigarro justo antes de apagarse.

- Cállate.

- No, no me callo LLou. Esto se acaba ¿O qué quieres?

- Quiero estar aquí. En esta habitación, todo de blanco. Venga, vamos a hacer la lista de la compra.

- Joder LLou.

- Coge esa libreta, apunta.

- Pero ¿Para qué?

Yu coge la libreta

  >>¿Y qué pongo?

- Todo lo que necesitamos. Una casa, un perro, sartenes, servilletas de tela, colchas feas de esas de flores…

LLou se queda mirando el techo

- Un abrigo.

Dice Yu

- ¿Un abrigo?

- Para el perro.

- Ah claro, un abrigo para Lassie.

Yu apuntó todo en la lista. Llou se quedó dormido mientras miraba por la ventana.

Cuando volvió a abrir los ojos, empezaron los temblores y sudores fríos.

Miró la habitación, todo de blanco, una lista de la compra.

Yu ya no estaba.

Llevaba mucho sin estar, como las manchas que tarde o temprano se acaban borrando.



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