Si yo fuera un
extraterrestre, no me preocuparía en abducir a ningún gobernador, ni en robar
la esencia de mentes inteligentes.
Si yo fuera un
extraterrestre, no como Gurb, ni E.T., más bien como una especie de nube capaz
de convertirse en cualquier cosa, me transformaría en el olor que sale del mejunje
que se forma al espachurrar la fruta madura y magullada que nadie se quiere
comer.
En el sonido de las olas
cuando rompen consigo mismas. Porque no es como cuando una persona se mete al
mar y se lanza contra su reflejo. No sé cómo es, pero me gusta pensar que el
sonido que se produce al romper contigo mismo tiene que ser increíble.
Si yo fuera un
extraterrestre, me convertiría por un minuto al menos, en una papila gustativa.
Después en un animal. Puede que en un flamenco, una
ballena, o una hormiga.
Me metería dentro de un
árbol y probaría aquello de echarse la siesta.
Me asomaría a un volcán,
y a alguna mente con la puerta abierta.
Me daría un mordisco para
saber cómo sabe un extraterrestre.
Si yo fuera un
extraterrestre, buscaría a alguien que no me enseñara en qué consiste el
dinero, ni las raíces cuadradas, ni el interior de un reloj, ni el tiempo.
Buscaría a alguien con
cicatrices en la mirada, que supiera crear caminos entre escombros, que fuera
capaz de desnudar al miedo en lugar de travestirlo de pereza, dudas y
negaciones.
Alguien que sólo se
apagara para jugar a las tinieblas. Alguien que quisiera jugar a las tinieblas por esta habitación que llamamos planeta.
Si yo fuera un
extraterrestre, me pararía a mirar. No tendría días con prisa, ni un techo de
cemento, ni un camino de alquitrán.
Si yo fuera un
extraterrestre, me seguiría buscando.
Rastrearía al destino y
le pillaría por sorpresa.
Buscaría ese segundo
mundo del que nadie habla. Un lugar donde las mentiras fueran erradicadas,
donde las únicas inundaciones fueran de palabras porque ya nadie calla lo que
siente. Donde la verdad no duela, es más, donde el dolor sea una de esas mentiras
que fueron erradicadas, y no tuviéramos que matar a la tristeza a base de
hamburguesas.
Si yo fuera un
extraterrestre, puede que ni siquiera pisara la Tierra.
Pero si lo hiciera, si
fuera una especie de nube capaz de convertirse en cualquier cosa, como en el
olor de la fruta madura y magullada, en el sonido de las olas cuando rompen
consigo mismas, en una papila gustativa, un flamenco, una ballena, una hormiga…
Estoy segura de que ya eres nube, quizá seas Néfele...o quizá pronto te salgan antenitas y se te abra un ojo en la frente. De cualquier forma el relato me parece un canto a no dejar de asombrarse por la cosas simples de la vida y por la belleza que nos espera en cualquier caja de fruta...
ResponderEliminarGracias Marichus ¡Qué bien escribes! :)
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