El barco había encallado.
Hacía meses que no tocaba tierra.
El capitán, Rumbo, había
muerto en la tormenta. Los demás estaban desaparecidos.
Intento recordar cómo fue
el día en que pasé a formar parte de esta extraña tripulación. Nevaba. La
cubierta olía a tierra mojada, cerveza, aventura. Por la noche, mientras cada
uno contaba su historia a la luz de un candil, ya me había hecho al suave
balanceo de las aguas.
La tierra firme no te
acuna.
En aquel tiempo me había
preguntado muchas veces cómo sería la despedida. En qué puerto acabaría cada
uno. Nada, salvo el mar, la huida y la sed de sueños nos unía. Pero jamás
imaginé que fuera a ser de esta manera. Nunca me dio por pensar que nosotros no
seríamos quiénes decidiríamos el momento en el que decir adiós. De hecho, no
habíamos dicho adiós, ni saboreado un beso de despedida, ni olido un último
abrazo minutero, ni masticado con calma el último amanecer para guardarlo en el
estómago y engañar a las náuseas de volver a pisar un suelo estático.
¿Cómo se digieren las
palabras no dichas?
Estoy en una playa de cualquier
parte, repleta de astillas de preguntas, y de preguntas astilladas. Viendo cómo
las olas revuelcan y arrastran hasta lo profundo la mitad del letrero del
barco, mientras que la otra mitad consigue mecerse entre mantas de espuma y
recostarse en esta tierra firme que a mí no me dice nada. Un nombre partido que
jamás volverá a unirse.
También me he partido. Me
he desprendido de algo que ha ido a parar a otra parte. No hay nadie, ya no
necesito mi nombre. Todo está en calma, como aquel día de nieve, como si éste
también fuera el primer día de algo nuevo.
Este barco medio hundido
son mis piedras. Quiero decir que es como si todos los días arrastrásemos una
piedra de tiempo, dejándola justo detrás de nosotros, formando un muro. Al otro
lado está el pasado, y no hay quien salte esa frontera.
Siento cómo los escombros
de lo que ya fue se alejan hacia un horizonte que nunca encontré tan inmenso.
Recorro la orilla con mis
ojos. Entonces caminando hacia mí distingo una figura.
Respiro hondo, la calma
del lugar me envuelve.
Y así, mecida sobre un suelo
que ahora parece acunarme, observo cómo Rumbo se acerca sonriendo.
Guau!!! INMENSO!!!
ResponderEliminarNo esperaba ese giro final, muy, muy logrado!!! Deberías de plantearte lo que te dije...